Zorrúbela

 

En los últimos años, han sido tan frecuentes las noticias sobre ejecuciones, homicidios, feminicidios y desapariciones que parece que fríamente nos hemos acostumbrado a ellas. Otro muerto, qué mas da cantaría Mecano. Vienen luego los prejuicios: “lo levantaron por andar en malos pasos”, “eso le pasa por juntarse con esas personas”, “de seguro andaba sola en la calle”. Y así poco a poco nos vamos alejando del otro, pensando que a nosotros nunca nos tocará porque somos de “los buenos”, porque es mejor aislarse en la casa que conocer al vecino.

 

Bajo la dirección de Mayra Vargas y Paty Estrada, Morena González interpreta el monólogo “Zorrúbela”, escrito por Carmen Alanís y la misma Morena González. El texto está basado en una serie de entrevistas a diversas mujeres que han sobresalido por su activismo social, como Rosaura Barahona, Ximena Peredo, Rosario Piedra, Liliana Flores Benavides yTamara de Anda, entre otras.

 

La historia nos cuenta la aventura de Julia, una periodista que vive y trabaja en Monterror, quien tras enterarse del asesinato de su hermana, decide transformar su ira y su dolor en energía vengadora. Es así como creará a Zorrúbela, una heroína que se dedicará a castigar a todos aquellos malhechores que azotan a la ciudad, sin importar el poder económico o político que tengan. Esta acción le permitirá también encontrar respuestas para entender qué sucedió con su hermana.

 

 

Las instalaciones de la sala más pequeña del Foro ISEM nos permiten ubicarnos en lo que pareciera ser la guarida de Zorrúbela. Al centro del espacio, diseñado por Iván Ontiveros, una cortina de metal nos recuerda que en ese momento estamos en un lugar oculto, clandestino, cobijados por las sombras. Recortes de periódico en la pared, fotografías de los criminales atrapados, un vestido de su hermana y una pecera con los peculiares trofeos de sus hazañas componen parte del espacio escénico en donde Zorrúbela nos recibe para narrarnos su historia. La distancia entre la primer fila y el espacio escénico es de apenas unos centímetros, lo que por un lado permite una mayor cercanía del público con el acto escénico, pero por el otro dificulta la visión de las últimas filas en algunas escenas que ocurren en primer plano.

 

Morena González sabe hacer suyo el espacio y logra con sólo unos movimientos convertirlo en una calle, en una estética y hasta en una travesía por el ministerio público. Ella misma se convierte en personajes complementarios a su historia, basta sólo un ligero cambio en la voz, en la forma de mirar o en la forma de pararse. Además de todo esto, se nota un gran compromiso con el tema que trata, ya que la fuerza y convicción con que Zorrúbela decide convertirse en heroína vienen también de la fuerza y convicción de la misma actriz.

 

 

La obra hace uso del video para llevar a escena a la población de Monterror, representado por personajes que dan su opinión sobre los hechos que van aconteciendo en la ciudad. La puesta utiliza como entreactos canciones de géneros diversos como el rap o el hip hop, producidas ex profeso por Patricio Chapa. Dichas canciones son interpretadas por mujeres, abordando el tema del empoderamiento femenino, de la rabia por la desigualdad y del desafío al poder. Sin embargo en escena la actriz las canta varias veces a media voz, por lo que no queda claro si es el mismo personaje quien interpreta las canciones, o si es el personaje tarareando las canciones que le gustan. O disfrutamos de las grabaciones originales o disfrutamos de Zorrúbela cantándolas.

 

Al saber que la puesta trata sobre una heroína que nace por el deseo de venganza tras la muerte de una mujer, que además todos los criminales que Zorrúbela ataca son hombres y que son mujeres las creadoras principales de la obra, uno podría pensar que la obra va sobre un tema feminista. Y sí, aborda un poco el empoderamiento de la mujer en un mundo dominado por hombres, denuncia las condiciones de desigualdad por género y hace referencias sobre la discriminación hacia las personas que han decidido ser mujeres. Sin embargo, la obra trata otro tema todavía mucho más profundo: la falta de empatía ante la desgracia del otro.

 

 

Uno de los momentos más bellos de la puesta es cuando la protagonista se encuentra con otra heroína, que lleva años luchando porque no haya más madres sin hijos desaparecidos. La escucha hablar mirándola con admiración y se da cuenta que el dolor también puede unir a las personas. Los motivos de Zorrúbela, además de la venganza, vienen del deseo de que nadie más pase por lo que ella pasó, de que nadie más desaparezca sin decirle adiós a su familia, de que todos puedan saber la verdad por más dolorosa que sea.

 

Creo que una de las razones que han ayudado a que haya más mujeres empoderadas y conscientes de sus condiciones de desigualdad ha sido precisamente la empatía. Saber que lo mismo que una de ellas sufre, lo pueden sufrir otras, o ellas mismas. A partir de este entendimiento, es que se logran detonar acciones basadas en la solidaridad (sororidad le dicen). Este ejemplo de toma de consciencia es necesario replicarlo a todos los niveles de la sociedad, con mucha mayor razón en un momento donde los crímenes y desapariciones son el menú diario. Quizás nos haga falta una Zorrúbela que nos haga ver que el dolor está más cerca de lo que creemos.


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