Vuela, Pupa

Abril, una adolescente que cursa la secundaria en una escuela mexicana, se encuentra emocionada porque se acerca la fiesta de XV años. Este evento representa la oportunidad de bailar con Mario, su amor platónico de la escuela, quien le ha puesto el apodo con el que todos la conocen: Pupa, al verla como una mariposa a punto de salir. ¿A quién no le gustaría verla volar?

En el marco del Circuito Nacional de Artes Escénicas en Espacios Independientes Chapultepec, se presentó en el teatro Dramático la obra “Vuela, Pupa”, escrita y dirigida por Joshi Madrid. La actuación estelar corre a cargo de Hannia Aguilar, con el acompañamiento musical en vivo de Alitza Íñiguez, en una producción de la compañía LABAT del estado de Durango.

El inseparable compañero de Abril es su cuaderno, donde va plasmando sus anhelos, desde el atuendo rosa de su amado Mario hasta el pastel que deleitará a los invitados en su fiesta. El público se convierte en confidente de sus sueños y temores, no solo por el nerviosismo del gran evento, sino también por un recuerdo que la atormenta.

El escenario, aunque sencillo, resulta funcional: un pizarrón blanco al fondo, una silla a la izquierda y una mesa a la derecha definen los distintos espacios de las escenas. Aunque la repetición de estos elementos en ocasiones resta dinamismo, la presencia de Alitza Íñiguez al fondo, utilizando su violoncello, crea ambientes con música instrumental, acompañada de efectos de sonido que enriquecen la experiencia.

Hannia Aguilar encarna a una Abril adolescente, algo retraída y tímida, pero llena de ilusiones, curiosidad y esperanza por el futuro. Aunque no es una niña, sigue imaginando un mundo color rosa, sin embargo, tampoco es completamente una mujer, a pesar de experimentar deseos más allá de un simple beso con su chambelán.

Lo que comienza como la historia de los sueños de una quinceañera, toma un giro hacia una situación lamentablemente común en México: la violencia hacia la mujer. El texto de Joshi Madrid revela gradualmente la tragedia que se avecina, generando sorpresa e impotencia en el público. Posteriormente, surge un sentimiento de conmoción y vacío, planteándonos la pregunta de qué podríamos haber hecho para prevenirlo.

Podríamos pensar que, después de tantos años de exponer estas historias en diversos medios, la violencia se ha reducido, quizás porque no escuchamos con tanta frecuencia estas situaciones en nuestra vida diaria. Sería valioso preguntar a las mujeres o jóvenes de nuestro entorno cuándo fue la última vez que se sintieron agredidas de alguna manera, y es probable que mencionen una fecha reciente.

En la función realizada, la compañía teatral abrió un diálogo con el público al finalizar la obra. Se mencionó la casualidad de que esa misma mañana una estudiante de preparatoria había sido agredida con un arma blanca por su ex novio en las instalaciones de la escuela. La pregunta persiste: ¿Hay algo que pudimos haber hecho para impedir que ocurriera?

La violencia hacia las mujeres, especialmente hacia las niñas, es un problema global que afecta a millones de vidas en todo el mundo. Se manifiesta de diversas maneras, desde el abuso físico y emocional hasta la discriminación sistemática en diferentes aspectos de la vida. Abordar esta problemática de manera integral es esencial, y el teatro se presenta como una poderosa herramienta para generar conciencia y prevenir la violencia de género, especialmente cuando se realiza en el entorno escolar.

El teatro tiene la capacidad única de conectar emocionalmente con el público, permitiéndole experimentar de manera más íntima y personal las realidades de la violencia. Estas representaciones en las escuelas pueden ser un catalizador para abrir un diálogo sobre la violencia de género, rompiendo el silencio que a menudo rodea estos temas sensibles.


Publicado el

en

Por