Reflexiones de un espejo. Dramaturgia regiomontana.

Muy seguramente al lector de este espacio, no le es ajeno saber que durante el año pasado, nuestra ciudad vivió un auge teatral próspero y prometedor, y es aún con ese aliento fresco, que llegamos al Día Mundial del Teatro, como siempre, cada 27 de marzo.
O sea que hoy llegamos como siempre, pero hoy más que nunca. Es decir, que siempre llegamos como nunca, pero hoy más que nunca, o sea que como siempre.

 

El momento nos permite entonces, voltear a vernos en la realidad del quehacer teatral local.En casi todos los círculos ha sido constante preguntarse si efectivamente este auge ha provocado un incremento en el número de actores, directores y hasta nuevos públicos. ¿Ya estábamos o de dónde salimos tanta gente? Autores. ¿Autores? Escritores del drama. ¿Hay más dramaturgos de los que pensábamos en Monterrey?

 

Progresivamente, más y nuevas historias nacen y se mueren en el escenario,  tan efímeras como su propia naturaleza, renovándose así el aire de los foros, auditorios, teatros, salas y espacios emergentes, durante prácticamente todos los días del año. Nos hacemos a la idea que en Monterrey, creamos nuestro propio teatro; la coyuntura que marcó la nueva oferta de espacios, ha devenido en la inevitable necesidad de gestar y llevar a escena textos nuevos, hechos en casa, que dan oportunidad a propios y extraños, a veteranos y a novatos, a sagrados y a consagrados, de exponer su intimidad a través de la palabra representada.

 

Pero, ¿qué cuentan nuestras historias?, ¿quiénes son y qué dicen nuestros personajes? Tal vez sea que a través de la escritura dramática seguimos buscando una manera “única” de sentir y de interpretar nuestro entorno, tan peculiar, tan lejano al resto. O tal vez no, tal vez en la alborada, la niebla de los cerros aún no se ha disipado lo suficiente como para ver un poco más allá de ellos.

 

La última vida de un gato sin fortuna que no cayó sobre sus pies. Texto y dirección de Josepablo Díaz. Producida por Nahual Teatral en 2016.

 

Siempre se ha dicho que el teatro pretende ser fiel espejo de la realidad. ¿La dramaturgia regiomontana consigue reflejarse?, ¿hacia dónde debe de asomarse?, ¿qué hay dentro de ese espejo?, ¿cuáles son nuestras proezas, nuestros pecados, nuestras omisiones, nuestras comedias, nuestras tragedias, nuestras culpas, nuestras farsas?

 

Esta ciudad no es una sola, sino muchas a la vez. Al mismo tiempo somos la del mayor poder adquisitivo en Latinoamérica y la de una loma con infinitas escaleras de pobreza marginal. Tan común como sorprendente nos resulta el centro, con sus iglesias, hospitales, migrantes, mercados con olores y tatuajes, como sus colonias elevadas, universidades privadas, edificios cuasi vacíos, despilfarros y esnobismo arrogante.

 

Cosmopolita, Monterrey no es una sola, sino tantas veces como realidades las que habitan rodeadas de estos cerros. Nuestra condición, la cotidianidad ajena. Lo que muestra, lo que esconde, lo que ostenta, lo que guarda. Parados en la misma avenida, gritando al mismo humo del tráfico.

 

¿Es entonces nuestro teatro, el espejo social de nuestro entorno? Quizá por eso no exista un hilo conductor, una línea que abarque a la dramaturgia regiomontana de nuestros días como tal, pero ¿debería hacerlo?, ¿no es esto ya un reflejo de nuestra desfragmentación?

 

Probablemente las respuestas estén en lo fundamental. Probablemente haya que preguntarse una y otra vez,  qué es lo que escribimos, para qué o por qué lo hacemos y para quién hacemos teatro; y si al final descubrimos que las respuestas son sinceras, entonces el espectador podría encontrar en la escena, paradójicamente, la catarsis que le haga escapar de su realidad, para después confrontarla, pues ha reconocido su entorno.

 

La mitad de la mitad de la mitad. Texto y dirección de Josepablo Díaz. Producida por Nahual Teatral en 2011. Foto: Archivo de Nahual Teatral.

 

“Escribir teatro es el trabajo más difícil que más fácil parece”, dicen que una vez sentenció Enrique Jardiel Porcela. Probablemente. Lo cierto es que escribir teatro es una responsabilidad invisible, pero directa con el público. Casi fantasmagórica. Presente y ausente a la vez. Pienso que la dramaturgia se construye en la autenticidad, aún y desde la ilusión de la utopía, o bien, aún y desde nuestras frecuentes distopías.

 

No estoy diciendo que toda dramaturgia deba hablar y exponer francamente nuestros problemas sociales, pero independientemente de las historias, si buscar el reflejo de nuestros códigos, de nuestros miedos, inquietudes, inseguridades, logros, preocupaciones, en una palabra, de nuestra naturaleza. ¿Qué nos hace ser lo que somos?

 

Vernos al espejo y tomar una naranja, arrojarla con fuerza a nuestra imagen y rompernos para reflejarnos en pedacitos, todos enteros y fragmentados, hacia todos los  lados.

 

Escribir teatro se me ha convertido en la excusa para preguntar mis dudas en la voz de alguien más; una manera en la que puedo desdoblar sin límites al universo y entender sus posibilidades, de acercarme lo más posible al dodecaedro, y mirarlo desde cada una de sus aristas. Escribir teatro es compartir el desasosiego.

 

Lectura dramatizada de “Hielo frágil”. Texto y dirección de Josepablo Díaz.

 

 

En el mundo de los sueños y en el de los no sueños, brillan como estrellas solitarias la incertidumbre y nuestras influencias, imposibles de ignorar. Nuestro lenguaje, nuestras aspiraciones, nuestros naufragios. Y uno se va inventando, navegando a las estrellas, cuando se va copiando a sí mismo para no ahogarse y fracasa. ¿Fracasa? Igualmente uno llega, pero ya no vuelve a ser igual.

 

 

La idea de un texto se aparece como espejo en una palabra, en una noticia, en una calle, en lo no dicho, en lo que hicimos o lo que hubiéramos hecho. Escuchar a tiempo el eco que retumba en las montañas será el referente para que el testimonio de nuestra existencia no se evapore en el aire, para que siga flotando entre nosotros y no nos lo arrebaten. Para que después, aún mucho tiempo después, alguien haga suyas nuestras palabras y sienta la brisa de lo que pasó aquí.

 

 

Que este día del teatro venga con muchas dudas, que nada esté resuelto todavía, que siempre haya mucho que escribir, que construir y que preguntar. Que como dijo alguien, en este día, el teatro en Monterrey sea necesario, para que no haya nada más necesario.


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