La pura idea excita

Un actor y una actriz desnudos ante el público. Un deseo en potencia. Miradas esquivando las miradas. Él y ella no se mueven, pero se sabe que algo ocurrirá. ¿A dónde ver? ¿Qué esperar? El espectador es un voyeurista por naturaleza.

 

Bajo la dirección de Abraham Salvador Tornero, y con las actuaciones de Mariela López y Alan Solano, se presenta la obra “La pura idea excita”. El texto, escrito por David Gaitán, consiste en una serie de escenas en las cuales, bajo la cotidianeidad de tres parejas, salen a relucir los deseos reprimidos.

 

 

La puesta en escena es una invitación para que el espectador se deje llevar por sus deseos, en público o en privado dependiendo de cada persona. Aunque el nombre y la publicidad aluden a lo sexual, el tema va más allá, exponiendo que el bienestar mental puede llegar a partir del bienestar corporal. Es decir, entre mejor aceptemos nuestro cuerpo, con sus deseos, necesidades y huellas, mejor podremos tener una vida en paz.

 

La obra fluye de forma relajada, con transiciones marcadas por una canción que cierra la escena anterior. Con solo unos pequeños cambios de luz, una mesa y dos sillas, se logra crear un ambiente cargado de erotismo, sin que ello implique ser vulgar. Se agradece la intención estética y plástica al utilizar sólo tres colores en escena: dorado, negro y carne.

 

 

Tornero es un director que viene de una larga experiencia realizando performances, donde el cuerpo es la principal herramienta para expresarse y es constante el reto hacia el espectador. Es quizás por ello que las escenas donde los actores tienen que dialogar de frente al público están trazadas más como un reto al publico que como un juego, perdiendo así un poco la intimidad que se debería crear.

 

Ambos actores vienen de una educación teatral formal por lo que parecen estar todavía muy firmes en seguir un guión. Esto les impide darse la oportunidad de improvisar, adaptar la obra a sus propias historias y de esa manera conectar de forma más directa con el público. Mariela en ocasiones parece no conectar con algunos personajes, quizás por su juventud, y Alan todavía tiene que trabajar en mejorar la expresión corporal de los personajes que interpreta.

 

 

Aún así, la química entre los actores permite que las parejas que se presentan en escena se vuelvan creíbles y, por lo tanto, las historias puedan contarse efectivamente. De esta forma podemos ver una escena donde hay un duelo de poderes, otra donde hay un juego de seducción no convencional, y por último una extraña situación en una pareja contemporánea.

 

Monterrey es una ciudad que necesita que este tipo de historias se cuente en sus teatros. Los deseos que habitan en ella son tan salvajes como su clima. Sólo necesitan un empujoncito para salir de las faldas largas y los sacos negros. Quizás sólo así pueda ser una ciudad feliz.


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