
El Teatro de los Tiempos. Introducción
El teatro en Monterrey está vivo. A veces discreto, otras veces vibrante, pero siempre en movimiento. Respira en ensayos nocturnos, en cuerpos que no desisten, en palabras que encuentran nuevas formas de ser dichas. Su vitalidad no depende solo del número de funciones ni de los aplausos conseguidos, sino de la persistencia con la que tantas personas siguen ahí: escribiendo, actuando, dirigiendo, diseñando, organizando, enseñando, preguntándose. En cada temporada, el teatro avanza y tropieza, brilla y se repliega. No estamos frente a una crisis nueva, sino ante una continuidad compleja.
Esa continuidad no es lineal ni cómoda. Está hecha de capas que se superponen: generaciones que se cruzan sin encontrarse del todo, prácticas que mutan pero arrastran inercias, instituciones que cambian de nombre pero no de lógica. El teatro local (como cualquier práctica cultural viva) se sostiene en medio de estas tensiones. Lo frágil y lo potente coexisten. Las ganas de hacer y el cansancio de sostenerse, también.

Hablar del teatro de hoy es entonces un acto de escucha. Una forma de reconocer que no todo está dicho, que mucho se intuye pero no se formula, que hay experiencias y saberes dispersos esperando ser conectados. No hablamos desde afuera, sino desde dentro. Desde la confusión, el cariño, la necesidad de pensar juntas y juntos lo que compartimos más allá de la cartelera o la foto de función.
Por eso este ejercicio. No para rendir cuentas ni exigir definiciones, sino para quedarnos con las preguntas que importan. Las que duelen un poco. Las que siguen ahí aunque nadie las enuncie. Las que —de ser nombradas— quizás abran otras posibilidades de estar en escena, de habitar la práctica, de imaginar otras formas de lo teatral.

¿Por qué ahora?
Hace diez años comenzó Jardín en Llamas. Al principio, la intención era sólo registrar lo que pasaba: quién montaba, qué obras se hacían, qué espacios se abrían o cerraban. Con el tiempo, el proyecto fue tomando otra forma: se volvió lugar de memoria, de crítica, de conversación. No solo un archivo, sino una forma de acompañar lo que ocurre en escena. Una bitácora de lo que no siempre se ve.
Una década después, existe la necesidad de hacer una pausa. No para cerrar, sino para detenernos a mirar con más atención. Algo pasa cuando se cumple un ciclo: aparece la urgencia de revisar lo andado, pero también de preguntarse si lo que estamos haciendo sigue siendo necesario. Esta serie nace desde esa pausa. Desde el deseo de pensar lo que hemos vivido, lo que estamos viviendo, y lo que aún no tiene nombre.
También ocurre que muchas de las preguntas que nos hacíamos hace años siguen vigentes. Algunas han cambiado de forma, otras se han hecho más visibles, unas cuantas se repiten con más fuerza. ¿Cómo se sostiene la escena? ¿Qué voces están al centro y cuáles al margen? ¿Qué aprendimos, si algo, del encierro y la reapertura? ¿Qué significa hoy “hacer teatro en Monterrey”?
Este no es un proyecto conmemorativo. Es una invitación a abrir la conversación. A pensar colectivamente, con cuidado y con crítica, lo que estamos haciendo. Porque si bien el teatro vive en el presente, también carga con pasados no resueltos y futuros aún indescifrables. Y solo al pensarlo en común podremos imaginar algo distinto, algo más habitable para todas y todos.

¿Qué encontrarás en esta serie?
Veinte textos. Uno cada semana. Breves, pero con la intención de dejar eco. Cada entrega abordará una arista del ecosistema teatral en Monterrey: lo que lo impulsa, lo que lo limita, lo que lo atraviesa en silencio. El enfoque no es académico ni periodístico: es editorial, reflexivo, atento. Una escritura que se pregunta más que concluir, que se deja afectar por lo que observa y que invita al lector a hacer lo mismo.
Los textos no pretenden ofrecer soluciones. Su objetivo es detenerse. Observar sin prisa lo que a veces damos por sentado: cómo circulan las obras, quiénes sostienen los espacios, qué estéticas se repiten, por qué ciertos discursos se vuelven hegemónicos. Cada entrega puede leerse por separado, pero juntas conforman una especie de mapa afectivo e incompleto de la escena actual.
El recorrido está dividido en cuatro módulos: lo estructural, lo productivo, lo simbólico y lo proyectivo. No son compartimentos cerrados, sino formas de organizar la conversación. Porque muchas veces una misma inquietud atraviesa varios niveles: una falta de recursos es también una cuestión simbólica; una estética dominante puede tener raíces estructurales.
Más que respuestas, lo que ofrece esta serie son puntos de partida. Ideas para pensar en colectivo, para discutir en foros, en sobremesas, en salidas de función. Porque creemos que el pensamiento escénico también se construye así: con textos que interpelan, que incomodan un poco, que abren otras rutas. No hay una sola forma de hacer teatro, pero sí hay formas más justas, más sostenibles, más conscientes. Pensarlas juntas es un primer paso.

Módulo 1
Los desajustes del ecosistema
¿Quién puede vivir del teatro en Monterrey? ¿Quiénes logran sostener una práctica escénica más allá de la juventud o del entusiasmo inicial? ¿Qué pasa con quienes estudian teatro y, poco después, abandonan el campo? Las respuestas no son simples. Algunas tienen que ver con las condiciones laborales, otras con las dinámicas institucionales, muchas con un modelo que no alcanza a cobijar a todas las personas que lo integran.
También están quienes sí hacen teatro, pero desde espacios invisibilizados. Técnicxs de vestuario, iluminadores, sonidistas, personas de producción. Muchos de estos oficios no son reconocidos con la misma legitimidad que la dirección o la actuación. ¿Qué dice eso de nuestro campo? ¿Qué jerarquías se repiten, incluso en las escenas que se dicen horizontales o colaborativas?
Este módulo también mira hacia una pregunta incómoda: ¿qué significa que el teatro sea, en su mayoría, hecho por mujeres, pero dirigido —a nivel de instituciones, espacios, festivales— por varones? ¿Qué estructuras de poder siguen vigentes, incluso cuando el discurso ya cambió? ¿Qué violencias se normalizan, qué cansancios se heredan, qué liderazgos se asumen como inevitables?

Módulo 2
Desequilibrios en producción y circulación
Montar una obra durante dos fines de semana. Ensayar durante meses para cuatro funciones. Reunir fondos, pedir favores, usar escenografías recicladas. Esa es, para muchas personas, la experiencia habitual de hacer teatro en Monterrey. No por falta de compromiso, sino por falta de condiciones. La pregunta no es si hay teatro, sino cómo se produce y bajo qué lógicas circula.
¿Quién decide qué se ve? ¿Qué instituciones programan y con qué criterios? ¿Qué peso tiene la trayectoria, el nombre, la red de contactos? ¿Qué espacios están realmente abiertos a nuevas voces? ¿Cuáles son las barreras invisibles que impiden el acceso a quienes no forman parte del círculo habitual? A veces, sin quererlo, la escena se vuelve endogámica: habla solo para sí misma, valida solo a quienes ya están adentro.
La falta de movilidad también es un problema. Monterrey produce obras, pero pocas veces se presentan en otras ciudades. ¿Por qué? ¿Falta de redes? ¿De recursos? ¿De voluntad? ¿Qué perdemos al no dialogar con otras escenas, al no permitir que otras miradas nos afecten? La circulación no es solo una cuestión logística: es también una manera de ampliar el campo simbólico, de ensanchar las posibilidades estéticas y políticas del hacer escénico.
Este módulo invita a pensar el detrás de escena, lo que no se ve en la función pero determina todo lo que ocurre antes y después. Porque sin condiciones mínimas de producción, el teatro se vuelve una carrera de resistencia. Y aunque la pasión sostiene mucho, no debería ser lo único que lo mantiene en pie.

Módulo 3
Tensiones estéticas y pertenencia simbólica
¿Qué formas predominan en nuestra escena? ¿Por qué tantas adaptaciones de clásicos o relecturas de obras extranjeras? ¿Dónde están las escrituras propias, las dramaturgias que nacen desde esta ciudad, desde sus lenguajes, sus contradicciones? ¿Qué ocurre cuando las estéticas se uniforman, cuando las apuestas formales se repiten como fórmula, cuando el riesgo se convierte en rareza?
La diversidad escénica no se mide solo por la cantidad de propuestas, sino por la escucha real entre ellas. ¿Estamos abiertos a ver lo que no entendemos del todo? ¿A valorar lenguajes que no son los nuestros? ¿A reconocer como legítimo lo que incomoda, lo que se sale del molde, lo que no busca agradar? Hay una diferencia entre pluralidad y coexistencia. Y otra aún mayor entre coexistencia y diálogo.
También hay una pregunta pendiente sobre la crítica. ¿Quién escribe sobre lo que se monta? ¿Qué pasa cuando no hay reseñas, cuando no hay reflexión pública sobre las obras, cuando lo que se monta desaparece sin dejar huella? El silencio crítico también moldea el campo: determina qué se recuerda, qué se olvida, qué se valora. Y sin memoria crítica, el teatro corre el riesgo de volverse un ejercicio desmemoriado, siempre empezando desde cero.
Este módulo propone detenerse en las imágenes, los cuerpos, los discursos que vemos en escena. No para dictar normas, sino para preguntarse qué estamos representando —y qué estamos dejando fuera— cuando elegimos contar ciertas historias de ciertas maneras. Porque lo simbólico también es político. Y lo que se nombra, se legitima.

Módulo 4
Urgencias y futuros posibles
¿Quiénes están comenzando hoy en el teatro? ¿Con qué expectativas llegan, con qué miedos, con qué referentes? ¿Qué barreras enfrentan desde el inicio: económicas, simbólicas, institucionales? ¿Quién los acompaña? ¿Quién les cede espacio? ¿Qué les estamos dejando como herencia, y qué posibilidades tienen de construir algo propio sin replicar los mismos patrones de agotamiento?
Muchos se van. No solo porque no encuentran cómo vivir del teatro, sino porque no encuentran comunidad. Porque el cansancio supera el entusiasmo. Porque la exigencia de hacerlo todo —crear, producir, gestionar, difundir, formar públicos— termina siendo inviable. Porque, aunque haya pasión, no siempre hay estructuras que cuiden a quienes la sostienen.
¿Y si pensáramos en nuevas formas de estar en la escena? ¿Y si el trabajo colectivo no fuera solo una estrategia de supervivencia, sino un modelo deseado? ¿Y si imagináramos circuitos más amables, más sostenibles, más permeables a lo nuevo? ¿Y si la formación no se detuviera en la escuela, sino que continuara a lo largo de toda la práctica?
El futuro no está escrito, pero se insinúa en las urgencias de hoy. Este módulo no busca conclusiones, sino escenarios. Algunos posibles, otros deseables. Todos construidos desde la pregunta compartida: ¿cómo queremos que sea el teatro en Monterrey dentro de 10 o 20 años? ¿Qué escena deseamos habitar, y qué estamos dispuestas a hacer para acercarnos a ella?
Este no es un texto final. Es el inicio de una conversación larga, a veces incómoda, pero necesaria. Cada jueves, un nuevo texto para pensar juntos lo que somos, lo que hacemos, lo que podríamos hacer distinto. No como denuncia, sino como invitación. No como verdad única, sino como un intento de pensar en voz alta con otras y otros.
Compartamos estas ideas. Llevémoslas a los espacios de ensayo, a los cafés post-función, a las aulas, a las conversaciones íntimas. Discutámoslas con quienes no están de acuerdo, con quienes apenas empiezan, con quienes se han alejado. Porque el teatro no se agota en la escena: también se hace cuando lo pensamos, cuando lo nombramos, cuando lo deseamos diferente.

Esta serie es una pausa activa. Un gesto de cuidado hacia la práctica, hacia quienes la hacen posible, hacia quienes aún no han llegado. No se buscan respuestas inmediatas, pero sí preguntas fértiles. Y sobre todo, vínculos que nos permitan sostenernos mejor.
Acompáñanos. Porque pensar el teatro también es hacerlo. Y porque, tal vez, en ese pensamiento compartido, encontremos la llama que sigue ardiendo. Nos leemos el próximo martes.
