El rey del Gurugú

Mientras aguardamos el acceso a la sala, un par de personas requieren nuestra atención. Nos informan que la función está a punto de comenzar y nos recuerdan la necesidad de poner nuestros teléfonos en modo avión para evitar interrupciones. Nos invitan a participar en una convención: en ese instante, los espectadores nos transformamos en migrantes que están a punto de ingresar a un campamento, llevando consigo solo sus sueños y esperanzas de una vida mejor.

Ascendemos por una escalera que nos conduce a la sala, que se encuentra parcialmente iluminada, como si dentro se experimentara la noche. Frente a nosotros, hay cajas de madera y plástico, posiblemente utilizadas como sillas en contraste con la comodidad de las butacas para el público. Detrás de las cajas aparece Marley, quien se presenta y nos da la bienvenida, elogiando nuestra valentía por emprender esta travesía.

Bajo la pluma y dirección de Ferran Joanmiquel, con la actuación de David Martínez, “El rey del Gurugú” es un monólogo que aborda la problemática de la migración africana hacia el continente europeo a través de Marruecos, la región africana más cercana a Europa. Específicamente, nos sitúa en un campamento de migrantes en el Monte Gurugú, en los límites entre el país africano y Melilla, un territorio español (y, por ende, europeo) en el continente. La obra es una producción de las compañías españolas La Nave Va Teatro y Cos a Cos, y se presentó el 20 de enero de 2024 en el teatro Dramático, ubicado en el Barrio Antiguo de Monterrey.

Joanmiquel decide, quizás para suavizar la crudeza de las situaciones, narrarnos la perspectiva de un perro, Marley, sobre lo que sucede en el campamento. Este pasa de ser un simple testigo de los vaivenes de los migrantes a convertirse en su acompañante y consuelo. A través de su visión, nos damos cuenta de que el Gurugú no es más que una representación de la condición humana, donde se juega una cascarita de fútbol, se abandona a un ser querido o se encuentra el amor.

David Martínez, lejos de caricaturizar a su personaje, representa a un perro en su adultez, que no está jugando todo el tiempo, sino que asume con madurez su papel de protector y guía. No lleva un maquillaje de fantasía ni una botarga, sino simplemente un pantalón y un abrigo en tonos cafés, además de tener una melena y barba abundantes y despeinadas.

La convención que nos invitó a entrar a la sala se va diluyendo a medida que avanza la función. Hay una escena en la que una redada policial se acerca al campamento, y Marley nos pide que nos levantemos para escapar, bajando del escenario para persuadirnos. Fuera de eso, hay pocos acercamientos con el público que refuercen la idea de que somos migrantes en un campamento. Quizás la disposición a la italiana del teatro no contribuya a lograr esa interacción prevista.

El problema de la migración ocurre a nivel mundial, derivado de las desigualdades económicas y sociales entre los países. México no se queda atrás en este tema, no solo por los migrantes mexicanos que buscan el sueño americano cruzando la frontera con Estados Unidos, sino también, en los últimos años, por los migrantes del Caribe, Centro y Sudamérica para los cuales este país es la puerta de entrada a Estados Unidos.

Especialmente la ciudad de Monterrey se ha convertido en una parada en el camino para migrantes, principalmente de Haití, Venezuela y Colombia. Aquí encuentran trabajos temporales mientras reúnen dinero para continuar la travesía o esperan alguna cita en Migración o en la embajada estadounidense. Es común verlos por las calles cercanas a la Central de Autobuses, alquilando habitaciones en colonias por donde aún pasa el tren, y tomándose el tiempo de convivir con los locales. Sin embargo, tienen definida su meta: llegar al otro lado.

Al finalizar la función en el teatro Dramático, se llevó a cabo un diálogo entre el actor y dos expertos invitados: Lorena Treviño, miembro del equipo de atención psicosocial del albergue Casa Monarca, y Luis Enrique Calva, investigador del Colegio de la Frontera Norte, especializado en migración calificada y demografía. Compartieron la dificultad de medir los desplazamientos en México, ya que las únicas cifras oficiales son las obtenidas a partir de las deportaciones realizadas por Estados Unidos al país. Además, expresaron la preocupación por las mujeres migrantes, quienes, en muchas ocasiones, cargan con sus hijos o resultan embarazadas al sufrir violencia sexual en su camino.

Marley, el protagonista de esta puesta, nos despide con cierta resignación. Sabe que, al igual que otros que han pasado por el Gurugú, tomaremos nuestro camino sin él. Aun así, no tiene más que desearnos lo mejor y esperar que, así como él nos recibió, recibamos a otros, si no con dinero o bienes, al menos, como mencionó Lorena Treviño, con una mirada amable.


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