Crear una estrategia comunicativa a la par que el montaje se va formando puede darnos una gran ventaja para que el público acuda a nuestras obras, pues se pueden conocer a fondo las fortalezas y debilidades del producto (en este caso la obra de teatro) desde un punto de vista mercadológico. Debemos tener claro que aunque el director tiene un concepto o una estética definida, ésta tiene como intención generar cierta reflexión, emoción o duda en el público a través de 90 o 15 minutos. El director debe pensar también en la inmediatez del mensaje a través del diseño gráfico, para que éste pueda enganchar al público en los dos segundos que una persona le dedique a ver su cartel en el muro de Facebook.
Para ello no es necesario que gastemos miles de pesos en una agencia publicitaria, sabemos que los recursos económicos en el teatro siempre son limitados. Justo con esta idea en mente, la propuesta que quiero hacer es que la próxima vez que empecemos un proyecto teatral consideremos dentro de nuestro equipo de trabajo a un creativo de la comunicación visual. Así como acudimos a un escenógrafo o un músico desde el inicio para contarle nuestras ideas del montaje, tener un creativo que constantemente esté pensando en estrategias de comunicación visual puede ser muy enriquecedor para ambas partes.
Podemos, por ejemplo, tomar la ventaja de que todos los involucrados en el montaje aman lo que están creando y que generan expectativas en sus respectivas esferas de contactos. ¿Qué pasaría si unificamos el lenguaje y cada uno comunica una característica diferente de la obra? Es posible que el público ni siquiera note que se le está vendiendo algo, pero sin darse cuenta, al estar formado en la fila para el estreno ya sepa el esfuerzo que tomó crear la escenografía, que tal maestro asesoró el proyecto o por qué este papel es el más importante que ha tenido el actor protagonista. Citando al famoso diseñador Paul Rand “El diseño es el embajador silencioso de tu marca”.
Hoy en día con el surgimiento de las redes sociales, una empresa o un producto puede venderse sin imprimir absolutamente nada. Pero no es tarea fácil. Es importante saber qué canales son los adecuados para vender nuestra obra. El primer paso para conocer esto es identificar el mercado meta, de esta manera podremos segmentarlo bajo el criterio adecuado, investigar nuestra competencia y darnos cuenta qué nos hace diferentes de las otras obras. No podemos atacar de la misma forma si vendemos una obra sobre relaciones de pareja en las cuales la mayoría de la gente podría identificarse a si creamos una obra sobre posturas filosóficas que requiere cierto grado de conocimiento cultural. Dependiendo el caso, puede que ni si quiera necesitemos un cartel, porque nuestro público es circunstancial ya que la obra se presenta en escuelas, pero necesitamos que un diseñador nos haga la maquetación de nuestra carpeta para que sea atractiva para las instituciones.
Más allá de eventos de Facebook o seis hashtags por foto, puede que la próxima vez que abras Tinder le des swipe right a un personaje de la ultima obra de tu amigo, que Snapchat ponga un geofilter el día del estreno de tu montaje o que cada vez que pases a lado del teatro te llegue automáticamente una notificación a tu celular con la cartelera del día. De estos últimos tres ejemplos el segundo no cuesta nada en lo absoluto y el último beneficiaria a muchos involucrados.
Creo que es pertinente cuestionarnos qué importancia le damos al diseño de publicidad ¿Por qué si confías en tu trabajo no haces un último esfuerzo por que llegue a más personas? No se trata sólo de crear un buen cartel, sino de hacer tu próxima obra más interesante para las personas. Si pensamos en atraer nuevas caras al teatro y no solamente a los mismos teatristas tal vez surjan nuevos resultados. No veamos el diseño como el ultimo paso, integrémoslo a nuestra cultura de trabajo.