El público avanza en forma ordenada por el túnel que conecta los vestuarios del estadio con la cancha de futbol. Al final del túnel, en el campo de césped, nos espera un portero en medio de su arco. Las más de 40 mil butacas del recinto están totalmente vacías y hay un silencio extraño, ese que tienen los lugares en los que algo grande ha sucedido: un huracán, una gran noche, un partido. El arquero nos recibe y empieza a contar su historia, mientras vemos a otro jugador que, desde el extremo opuesto de la cancha, se dirige hacia nosotros. El teatro está sucediendo en la cancha.
Como parte del IV Coloquio Internacional de Teatro y Fútbol, la compañía Ocho Metros Cúbicos presentó el miércoles 21 de junio de 2018, en las instalaciones del Estadio Universitario de la UANL, casa del Club de Futbol Tigres, la obra de teatro “El camino del insecto”. La puesta está dirigida por David Jiménez, y cuenta con las actuaciones de Raúl Villegas y David Gaitán, quien también es el autor del texto.
La obra consta de dos narrativas. La primera ocurre en un futuro no muy lejano, en donde México está jugando la final del mundial de fútbol. Entonces, en los últimos segundos del partido, el árbitro marca un penal contra el equipo mexicano. Con toda la tensión encima, el portero se prepara para atajar el disparo pero justo antes de que se cobre la falta, nuestro guardameta se queda ciego. Este es el inicio de lo que se sería una historia futbolera, pero termina abordando temas políticos y de poder.
La segunda narrativa de la obra reside precisamente en temas políticos y de poder relacionados con el fútbol. Gaitán en su texto hace un recorrido por diversos hechos de la política mexicana y cómo han tenido una curiosa relación con sucesos deportivos en el país. Así nos presenta cómo se ha utilizado el fútbol, desde las más altas esferas de poder, para tratar de manipular o distraer la atención de la población. Aunque dicho así pareciera un discurso panfletario, el tema está tratado un poco en formato documental, donde sólo se presentan los hechos y es el público el que decide cómo interpretarlos.
Para la presentación en el Estadio Universitario, se utilizaron tres espacios: el túnel de acceso a la cancha, la parte sur de ésta, el área sur de butacas y la zona de vestidores del equipo de casa. Presenciar la obra en un estadio le da un toque de realidad a la puesta, porque vemos a los personajes “in situ”, como si fueran voces que habitan el estadio y nos reciben de vez en cuando para contarnos una y otra vez su historia. La adaptación del montaje a los espacios amplios del recinto fue sencilla, sin necesidad de introducir ningún elemento ajeno al lugar, sino más bien buscando aprovechar las instalaciones. Sólo se requirió la presencia de los actores en cada uno de los “escenarios”, la potencia de su voz y la atención del público para que la historia sucediera. Quizás sólo faltó que las transiciones entre cada espacio hubieran estado más integradas con el recorrido, porque cada cambio era como hacer un brevísimo intermedio.
Para muchos de los que asistimos, “El camino del insecto” pasó de ser sólo una obra de teatro a ser toda una experiencia. Desde el acceso por la sala de prensa, el paso por el túnel decorado con fotografías antiguas del equipo Tigres, pisar la cancha y, por último, entrar al algunos consideran el lugar más sagrado del estadio: los vestidores. A título personal no soy fanático de algún equipo de fútbol, pero no puedo negar que el estadio vacío que hizo las veces de escenografía de una obra a gran formato y el área de vestidores que convirtió a la obra en un formato mucho más íntimo, pueden llegar a imponer a cualquier espectador. Imagino que para fanáticos del equipo debe ser una experiencia que los marque de por vida.
Cuando se mencionan las palabras “teatro” y “fútbol” muchas veces pareciera que no tienen relación, que son dos disciplinas ajenas entre sí y que incluso les pertenecen públicos diferentes. La realidad es que sí es posible hacer vínculos entre teatro y fútbol, porque a fin de cuentas ambos son espectáculos que no pueden existir sin protagonistas y sin público. Los vínculos pueden ir más allá de escribir obras relacionadas con temas futboleros, sino al combinar tanto los espacios como los protagonistas de ambos mundos.
Este primer paso que dio “El camino del insecto” de abrir un espacio deportivo para presentar una obra de teatro, puede ser el origen de diversas experiencias teatrales ocupando estadios o centros de entrenamiento. Estoy seguro de que más de uno, aficionado o no, estaría dispuesto a pagar un boleto por ver un programa de obras breves en el estadio de los Rayados, o por presenciar un monólogo en el centro de la cancha de los Tigres. El teatro debe salir de sus recintos y ocupar espacios. A fin de cuentas los dramas suceden en las tablas y en las canchas.